Prólogo de las dos y media

Hacía un par de semanas que no escuchaba buena música y eso solo significaba una cosa, estaba demasiado absorto en las banalidades de la vida.
De un lado a otro entre cerveza y cerveza, intentando exprimir esos días que salía agotado del trabajo.
La vida social requiere el sacrificio del tiempo y el esfuerzo de estar presente, y últimamente ese es mi segundo trabajo, no digo que me queje de ahogar el tiempo entre risas y alcohol, pero una mañana te levantas, y te dices me he dejado adormecer nuevamente por el sedante abanderizo de nuestra humanidad, para acallar que odio mi vida, que odio mi trabajo y que mi existencia esta completamente vacía.
Al menos está vacío si se enfoca en la dirección en la que de algún modo nos presionan súbitamente a hacerlo, pero como siempre me digo tiene que haber algo más.
Así que me niego a abrazar nuevamente esa nebulosa de trabajo en el que destruyo mi alma y diversión en la que destruyo mi cuerpo para compensar la profunda desazón que siento al malgastar mis horas al servicio de la estupidez humana.

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