Cebra

Ya no me encontraba donde debía estar, la sincronía se había roto en pedazos, unos muy diminutos que parecían polvo.

Me crujían los dientes con más asiduidad, atracaba la nevera a mano armada nervioso, fundiendo me en cada bocado con tal brutalidad que un león matando a una cebra parecería más compasivo.

Estaba inquieto, cuando podía me escapaba a fumar sin que mis familiares lo supieran como un secreto oscuro y fatal guardado, pero lo último que quería era a) el sermón b) la preocupación que sin duda en mi opinión era la peor parte.

Los primeros días me sentí completamente desubicado, pero lo peor fue el día que baje a la ciudad, cruzaba el paso de cebra preocupado, la gente andaba tan despacio, los coches iban tan despacio, y todo pasaba a cámara lenta mientras yo iba a velocidad normal.

La vida de una capital contrapuesta a un pueblucho que se hace llamar ciudad.
¿Echaba de menos mi vida anterior? No lo creo, echaba de menos el futuro por no haber llegado y sentirme en medio de un limbo.

A veces me desmotivada con facilidad sabiendo que no había bastado con tomar una decisión adulta, que no bastaría ni con un millón de decisiones adultas tomadas en la hora y el lugar adecuado.

Lo que ansiaba de verdad, casi rallaba la utopía. La acariciaba levemente, y días como los de hoy en los que perdía la fé en las personas y en el mundo laboral, me lo dejaban claro.

Aun retumbaba en mi mente la conversación con aquella desagradable mujer esforzando se en hacerme sentir idiota mientras jugaba con su propio poder, el poder que ejercen los abusones ante las personas necesitadas.

Cada vez que rememoraba el momento, me retorcía más en mi propio cabreo, deseando que este estúpido mundo con convencionalismos estúpidos estallara en miles de pedazos volviéndose polvo.

Pero luego me calmaba, escuchaba con más atención, built On Ashes de Zeal & Ardor, y pensaba que nada puede romper la sincronía.







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