You know me.

No solía escribir ya, había dejado ese insano vicio para aquellos que tienen algo que decir.
No había ni una sola palabra que saliera de mis labios. Por mis finos labios solo resbalaba el alcohol que cada noche religiosamente acercaba a mi boca proveniente de aquel vaso lleno de arañazos de tantos usos.
Cuantas bocas habrían acercado sus labios absorbiendo parte de su alma en busca de un respiro de todo lo complicado que puede ser simplemente existir en un mundo que nos quiere destruir.

A veces o más bien la mayor parte del tiempo me auto-compadecía de la vida, no solo de la mía de la vida de mi generación y las siguientes, esclavos del trabajo aletargados con la era de la comunicación, totalmente drogadas de consumo hasta las cejas y si no, de drogas sin más para no tener que estar presentes. Completamente direccionados por las compañías y el consumo. Ahora si la comida ecológica, les ponemos a las cajas colores ocres y verdes, un sello y que pagan por creer que son sanos, que paguen por creer que son algo, si más guapos, si más listos, si más interesantes, más alternativos...
Yo como todos caía en ese estúpido juego, más veces de las que debería.
Y al final solo me hacía sentir muerto por dentro, a veces miraba la calle por las noches entre esos neones y la lluvia asomándose en la luz de la farolas, y me decía tiene que haber algo más.

No puede basarse solo en esto, hay algo que se nos escapa, como cuando miras a la calle en esta oscura noche y no ves la lluvia pero cuando sales la sientes, la sientes en tu cara, en tu piel, la sientes diluyéndose entre el tejido de esa camiseta de algodón blanca, que ya no es tan blanca.

Y entonces sigo sin escribir, porque ya no tengo nada que decir, porque solo quiero sentir que hay algo. Algo que realmente merece la pena.
Y entonces salgo a la calle y dejo que esas gotas me penetren por la piel y me hagan sentir vivo, sentir el frío, la humedad la preocupación de poder resfriarme y no poder ir al trabajo, y observar eso sin hacer nada, dejando que me haga sentir, ya que el letargo es largo cada día de mi vida, sirviente de otros muertos vivientes, forzado a vivir una vida que no quiero.


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