Fragmentos de un Madrileño enamorado
No recuerdo si era verano todavía pero se sentía como final del verano con esos rayos dorados, días largos pero el sentimiento era otoñal, no por los abrigos de hecho creo recordar que hacía algo de calor, no demasiado pero algo sí. Se respiraba ese sentimiento de otoño, todo dorado, se tornaba en algo encriptico, el mundo se volvía misterioso.
Habíamos cogido tu moto, recuerdo su color granate brillante, me costaba bastante subirme a ella pero tú eras paciente, te quedabas callado hasta que te agarraba de la cintura, con fuerza pero dulzura, porque de aquellas sé que te quería mucho.
Conducimos hasta el planetario, y apenas había gente en la calle, Madrid estaba tranquilo, muy campechano, si un señor que pasaba con el periódico en la mano y el pan, alguna señora paseando a los perros, aceleramos bajo el túnel, aquel túnel antiguo que era más bien como un arco enorme y ornamentado y que me hacía pensar en Roma aunque nunca haya estado allí, ese túnel conectaba un puente precioso que estaba cerca de la Moncloa, era tan majestuoso. La España dorado se reflejaba en aquella calle, aunque años después cuando ya todo se había ido a la mierda, y ya no paseamos cogidos de la mano, si no uno delante del otro remarcando la distancia, me dijiste que ese era el puente de los suicidios que ahí iba la gente a matarse y por eso habían puesto unas barandillas de cristal. Aquel día empecé a aborrecer uno de mis sitios favoritos, y a ti, pero a ti ya te aborrecía desde hacía más tiempo.
Pero ese no es el día del que quiero hablar, volvamos a cuando todo era dorado, y el dolor seguía siendo placer. El caso, es que pasamos el puente y por un momento Madrid me pareció hermoso, una vez allí, en lo alto del planetario se veía la ciudad, pero la parte bonita, la parte señorial de los palacios de Madrid y las calles con ribetes, no el Madrid de ladrillos naranja y con bloques de edificios de protección oficial, a Madrid siempre le ha faltado mar para mi gusto, pero pese a eso aquel día brillaba con luz propia, esa apuesta naranja, casi otoñal, el cielo poniéndose rojo, yo viendo como con la luz tu pelo castaño se volvía pelirrojo, y tu subido a alguna barandilla, haciendo el tonto, para impresionarme, para hacerme reír.
Y cuando todo se fue a la mierda recordaba estos días, con una mueca triste, y ahora, parecen imágenes de una película, de algo que vi y sentí, pero que ya no es mío, esos sentimientos apenas puedo recordarlos, estoy seguro de que estaba feliz, antes de percatarme como de costumbre que la felicidad no era un estado permanente y que algún día tu no estarías ahí y yo recordaría todo con una mueca triste, y pese a que esa noche me besaras o me hicieras el amor y todo estuviera bien, siempre había ese miedo, y pregunto entonces, si te quise con miedo, ¿era eso amor?
Habíamos cogido tu moto, recuerdo su color granate brillante, me costaba bastante subirme a ella pero tú eras paciente, te quedabas callado hasta que te agarraba de la cintura, con fuerza pero dulzura, porque de aquellas sé que te quería mucho.
Conducimos hasta el planetario, y apenas había gente en la calle, Madrid estaba tranquilo, muy campechano, si un señor que pasaba con el periódico en la mano y el pan, alguna señora paseando a los perros, aceleramos bajo el túnel, aquel túnel antiguo que era más bien como un arco enorme y ornamentado y que me hacía pensar en Roma aunque nunca haya estado allí, ese túnel conectaba un puente precioso que estaba cerca de la Moncloa, era tan majestuoso. La España dorado se reflejaba en aquella calle, aunque años después cuando ya todo se había ido a la mierda, y ya no paseamos cogidos de la mano, si no uno delante del otro remarcando la distancia, me dijiste que ese era el puente de los suicidios que ahí iba la gente a matarse y por eso habían puesto unas barandillas de cristal. Aquel día empecé a aborrecer uno de mis sitios favoritos, y a ti, pero a ti ya te aborrecía desde hacía más tiempo.
Pero ese no es el día del que quiero hablar, volvamos a cuando todo era dorado, y el dolor seguía siendo placer. El caso, es que pasamos el puente y por un momento Madrid me pareció hermoso, una vez allí, en lo alto del planetario se veía la ciudad, pero la parte bonita, la parte señorial de los palacios de Madrid y las calles con ribetes, no el Madrid de ladrillos naranja y con bloques de edificios de protección oficial, a Madrid siempre le ha faltado mar para mi gusto, pero pese a eso aquel día brillaba con luz propia, esa apuesta naranja, casi otoñal, el cielo poniéndose rojo, yo viendo como con la luz tu pelo castaño se volvía pelirrojo, y tu subido a alguna barandilla, haciendo el tonto, para impresionarme, para hacerme reír.
Y cuando todo se fue a la mierda recordaba estos días, con una mueca triste, y ahora, parecen imágenes de una película, de algo que vi y sentí, pero que ya no es mío, esos sentimientos apenas puedo recordarlos, estoy seguro de que estaba feliz, antes de percatarme como de costumbre que la felicidad no era un estado permanente y que algún día tu no estarías ahí y yo recordaría todo con una mueca triste, y pese a que esa noche me besaras o me hicieras el amor y todo estuviera bien, siempre había ese miedo, y pregunto entonces, si te quise con miedo, ¿era eso amor?
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