New Amsterdam

 Dos semanas hacía ya de mi vuelta de la ciudad de Nueva York.

Mi estado era indiscutible, la apatía se había apoderado de mí.

La primera semana el Jet lag y la depresión postvacacional se hicieron tan notorios que me pase el fin de semana llorando con horarios de sueño completamente aleatorios, luego volví a trabajar y mis compañeros de algún forma me hicieron que la semana se pasará rápido.

Entonces llego el fin de semana con unos planes modestos, pues desde que volví no me sentía con ganas de salir de fiesta. 

Sin embargo pese a mis planes sencillos me puse brutalmente enferma con una fiebre que me hizo tener alucionaciones durante dos noches seguidas, tarde 5 días en recuperarme y aún seguía  bastante mal, por su parte la enfermedad me atizó en la mayor de mis soledades y me hizo replantearme toda mi existencia.

La soledad era cruel cuando estás enfermo, el no tener a nadie en momentos tan críticos te hace pensar si de verdad los humanos estamos hechos para la vida en soledad, me hizo desear el querer vivir con amigos cercanos o más cerca de mi familia y quizá tener a alguien al que le importará y yo preocuparme por alguien.

Pero esas cosas no se consiguen con un chasquido de dedos.

El invierno en Amsterdam estaba siendo más frío que nunca, más solitario, y echaba de menos Nueva York. Ya no sabía si Amsterdam era mi hogar. O si ya todos sus recursos había llegado a su fin.

Muchas veces me pregunto cómo sabes cuándo algo se acaba, y luego pienso que no se puede explicar pero lo sabes, lo sientes, se respira.

Amsterdam empezaba a respirar se así como un final, pero había mucho que analizar y procesar.

Pues no tenía ni idea cuál se suponía que era el siguiente paso.

Últimamente me había perdido mucho, no tenía ni idea que venía luego pero cuando me fui a NY espere volver con las ideas más claras y sin embargo he vuelto más perdida que antes.





Comentarios

Entradas populares