Cosas de tigres
Todo lo que sube, baja. No lo digo yo lo dice el cosmos, el universo o lo que sea, es una de esas lecciones valiosas para el día a día que aprendí de una pelicula de señor De Niro.
No han pasado ni 24 horas de que todo se empezara a torcer de manera sorprendente en comparación a ayer. Y lo sé, soy un chapas por venir aquí solo a hablar de penurias, pero nadie quiere oír que ayer la comida me salió muy buena o que masturbe tan bien que me caí rendido después de tal noble acto dormidito como un bebé. Nos gusta la miseria ajena, sea para sentirnos mejor con la nuestra o sentir que no estamos solos aquí cubiertos de fango. Y por eso las canciones de rupturas son más escuchadas que las de amor, no sé si este dato es del todo cierto pero una vez se lo oí comentar a alguien de confianza.
El caso es que mi aventura cuenta con eso de los corazones rotos, supongo que haber perdido el tren, o que en el trabajo no fuera todo lo bien es aceptable pero la nota amarga siempre son los puñeteros asuntos del corazón, porque no hay cosa que joda más que te quiten un regalo.
Y bueno todos sabíamos que con mi Marla las cosas solo acabarían con un coche en llamas saltando de un precipicio, como Sid y Nancy, porsupuesto yo siendo Nancy, así que lamentarse solo ahonda en lo humillante que es lamentarse porque un perro rabioso te muerda, tu metiste la puta mano ahí te está bien empleado.
Pues Marla que es como un paquete de dinamita amarrado a mi pecho, explotó, más bien yo me encariñe con el tigre y este me mordió la cara, me arranco los ojos de las cuencas y luego se comió mi corazón mientras se relamía ansioso por más.
Como os podéis imaginar me jodió, me enfade, maldije, me entristece y ahora estoy aquí escribiendo esto pensado que no es para tanto, que lo que a uno le hace fuerte, lo que le hace un verdadero badass no es no sentir nada si no sentirlo y que luego te la pele.
Así que, que suelten los tigres, me acabaré haciendo domador.
No han pasado ni 24 horas de que todo se empezara a torcer de manera sorprendente en comparación a ayer. Y lo sé, soy un chapas por venir aquí solo a hablar de penurias, pero nadie quiere oír que ayer la comida me salió muy buena o que masturbe tan bien que me caí rendido después de tal noble acto dormidito como un bebé. Nos gusta la miseria ajena, sea para sentirnos mejor con la nuestra o sentir que no estamos solos aquí cubiertos de fango. Y por eso las canciones de rupturas son más escuchadas que las de amor, no sé si este dato es del todo cierto pero una vez se lo oí comentar a alguien de confianza.
El caso es que mi aventura cuenta con eso de los corazones rotos, supongo que haber perdido el tren, o que en el trabajo no fuera todo lo bien es aceptable pero la nota amarga siempre son los puñeteros asuntos del corazón, porque no hay cosa que joda más que te quiten un regalo.
Y bueno todos sabíamos que con mi Marla las cosas solo acabarían con un coche en llamas saltando de un precipicio, como Sid y Nancy, porsupuesto yo siendo Nancy, así que lamentarse solo ahonda en lo humillante que es lamentarse porque un perro rabioso te muerda, tu metiste la puta mano ahí te está bien empleado.
Pues Marla que es como un paquete de dinamita amarrado a mi pecho, explotó, más bien yo me encariñe con el tigre y este me mordió la cara, me arranco los ojos de las cuencas y luego se comió mi corazón mientras se relamía ansioso por más.
Como os podéis imaginar me jodió, me enfade, maldije, me entristece y ahora estoy aquí escribiendo esto pensado que no es para tanto, que lo que a uno le hace fuerte, lo que le hace un verdadero badass no es no sentir nada si no sentirlo y que luego te la pele.
Así que, que suelten los tigres, me acabaré haciendo domador.
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