Rozando el límite.

 Rozando el límite 

Del absurdo.

Hay y hoy es uno de esos límites en los que te sientes o 

a) a punto de cometer un homicidio múltiple 

b) a punto de matarte.

En estos últimos meses se ha ido incubando en mi una ira indescriptible hacia todo.

Quizá el horario rutinario no ayude, mi estúpido trabajo tampoco, el puto frío de Amsterdam menos, la gente individualista y profundamente egoísta de este país tampoco, la teorías conspiranoicas que leo menos, las citas con gente que aparenta ser agradable y es imbécil después de todo tampoco.

Cómo la revolución francesa, o como el woodstock que acabo en llamas, todo esto se ha convertido en un caldo de cultivo.

La frustración y las interminables charlas con mi compañero de piso sobre lo asquerosa que es la sociedad y como la gente como nosotros no tiene forma de prosperar añaden un poco más de sazón aún por encima.

Pero ayer el desfile de schiaparelli ( no sé si lo escrito bien pero sabéis que no voy a molestarme ni en buscarlo) y el oufit de Doja Cat aún me calentaron más.

La verdad es que el desfile no estuvo tan mal pero los a animales disecados en los vestidos me recordó como estamos adoctrinados a gilipolleces y lo de Doja, más, una celebrity con infinito dinero se pega 30.000 cristales, que no cualquier cristales no, y aparece en allí con su infinito tiempo y el poder de hacer lo que le dé la gana, y todos los titulares ya salta que obra de arte que maravilla, que coño me estás contando que mérito tiene esa gente que vive en otra realidad tan diferente a la nuestra, he visto drag Queens sin putos recursos crear lo más bello, sacrificar su tiempo, hacerlo ellas y dejarse la piel, pero esa mujer se sento en una silla y tuvo un profesional que le hizo eso durante horas, y ohhh Doja, no oh la persona que lo hizo. 

Estoy tan quemado de las celebrities y sus mierdas y como los ponemos en pedestales.

Kill your idols 

Me he ido a otro sitio a ayudar en mi trabajo y solo llevo dos días viajando tren y metro en hora punta con la gente más grosera que he visto para encontrarme, la clase de jefa que me retuerce el espíritu hasta aplastarmelo.

La típica que no hace nada que manda cosas y las quiere para YA, que te manda vencimientos imposibles sin apenas usar la lógica y si no los cumples es tu culpa no de ella de organizar la agenda como si fuéramos robots y sin asegurarse lo que ordena.

Reventé, hice una de las mías, orgulloso no, pero hay cosas que no trago, se me atascan tanto que de estrés me entró fiebre, llame a mi manager y puse a todos rojos y de patas arriba después de un par de comentarios fuera de lugar.

Luego vinieron las disculpas, las sonrisas falsas, y la incomodidad por ambas partes.

Claro que vinieron las disculpas, he ido a ayudar no a vivir un crossover de 12 años de esclavitud, porque eso es lo que muchos jefecillos se creen que somos.

En mi trabajo oficial la vida sigue sin mi, y yo me doy cuenta como en estos trabajos por mucho que conectes con tu jefe o tus compañeros no eres más que un peoncito que es muy bueno y bonito siempre y cuando sea útil, tan reemplazable, estúpidamente reemplazable.

Una hora en el tren como una sardina porsupuesto disfrutando de los más bajo de la humanidad y llegó a mi casa con ganas de descansar y que me encuentro a la madre de mi compañero de piso una mujer griega de 60 años que no habla ni pizca de inglés que ha decidido limpiar y poner todo patas arriba, ha cogido mi ropa tendida y ha decidido doblarla toda y ponerla por todo el salón y oye un detalle si, pero que cojones, y para más la vecina de arriba con sus prácticas de piano cantando como la gaviota de la sirenita, y yo que solo quiero hacerme la cena  y estar en paz e ahí está la señora metida en la puta cocina.

Me senté en la cama y lloré

Que ganas de matarse. Este mundo me da asco.

Mucho.

A veces pienso seguir viviendo para seguir convirtiendo me en la peor versión de mi. Este mundo solo saca esa faceta por mucho que lo intente.



 








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