Spring night
Está lloviendo. Las nubes expulsan el agua como todas sus fuerzas y el cielo es gris cemento, yo me he puesto el pijama y gentilmente de reojo veo la carretera mojada, los árboles dejan de vestir su habitual verde para ser de un negro verdoso y el musgo de las paredes acentúa el toque de color de este triste cuadro.
Me resulta gracioso el contraste en contraposición a la noche de ayer, una noche absolutamente primaveral todo el mundo había salido de sus casas a la habitual plaza mayor y allí entre luces y farolillos parloteaban, en aquella verbena juvenil, viejos conocidos entraban y salían con sus vasos chorreantes. Y yo de vez en cuando me entretenía sonriendo le a alguna chica bonita que pasaba cerca nuestra, tengo debilidad por la belleza. Un extraño gusto por lo armónico, por las cosas bellas, los cuadros me hacen sonreír y las gamas de colores bien escogidas me hacen sentir una reconfortante alegría.
A veces adoro observar, sentados en aquella mesa de madera de la cual me costó un enorme trabajo meter las piernas, todos comíamos y compartíamos comida mejicana. Reíamos tímidamente ya que la mayoría era la primera vez que cenábamos juntos, las bromas empezaron a revolotear y todos queríamos hacer nuestro aporte a la conversación a veces interrumpiéndonos mutuamente, pero era normal, eran las ansias de caer en gracia mutua que teníamos todos y de introducir a nuestro personaje a la cena.
Me gustaba la destreza con la que decías cosas que escandalizaban a los comensales entre broma y realidad y como sinuosamente tenías respuestas a todas las pullas que los demás te lanzaban, y sin quererlo ya empezaban las contraposiciones entre tu y yo.
Tú el centro de atención de la cena, todos los comensales querían llamar tu atención, esperaban tu broma indecente o alguna risotada por tu parte, yo de vez en cuando entre frase y frase, sonreía sonoramente, añadía alguna broma, de la cual todos se solían reír y no por compromiso, tú tenías tu publico y yo el mío. Pero tu eras la estrella de la mesa.
Bebías agua sanamente y yo levantaba sin pausa mi estrella galicia mientras fumaba notoriamente, sorbo a sorbo se acabo antes de lo previsto.
Rápidamente el esfuerzo de formar parte la conversación se diluyo y te empecé a observar de reojo, soy más de observar, siempre lo he sido.
Tu gracia te hacía realmente atractiva aunque era consciente que no eras una mujer guapa en absoluto, no al menos para mí, tu piel oscura y aquella nariz prominente te daba un aire italiano, gitano tal vez, volví a repasarte sutilmente, no, para nada eras mi estilo.
Pero algo en ti me llamaba la atención como un cascabelillo.
El cansancio me pego fuerte y me aparte un poco de la conversación, mi amigo rápidamente lo noto y empezó con un -te veo apagado-, pero cuando más decía que no pasaba nada más fruncía el ceño.
Y yo más creía que la explicación de que esa es justo mi forma de ser, vivir en un constante modo ahorro era realmente inapropiada.
La conversación empezó a girar entorno a dos temas, la política y mis amigos que son pareja discutiendo sobre tonterías de pareja en clave de humor. Cuando era pareja y venía algún amigo soltero empezábamos a bromear y a lanzarnos pullas, a modo de juego y con un fin totalmente inconsciente que era hacer reír a nuestro acompañante, entonces me di cuenta que no resultaba gracioso, dos adultos metiéndose con la forma de doblar los calcetines o con la alimentación poco equilibrada del otro, era como un absurdo partido de tenis.
Y me dije no los vuelvas a hacer, si algún día tienes pareja no lo hagas, se que es gracioso para nosotros pero para los demás es agotador.
Me perdí del tema, hasta que con una sonrisa genuina te acercaste y sacaste el tema de los temas, el cine, aunque discordaba en muchas cosas contigo, resultaba ameno discutir con argumentos sobre las películas galardonadas ese año. El paseo hasta el siguiente local se hizo rápido gracias a tu conversación.
Y aunque perdimos amigos por el camino ganamos a otros, a lo largo de la noche algunos secundarios se acercaron como una antigua ligue mía que llevaba unas copitas de más, o un chaval del que nos reímos de forma sutil que venía en manga corta en febrero para mostrar sus músculos pero supongo que eso no nos distrajo de pasarnos la noche pegados como atrapados en un extraño campo magnético.
Todos bailaban menos tú, hacías un ademán como de moverte, pero no te sentías cómoda, así que yo que empatizaba contigo tampoco bailé aunque a veces me de por ahí y seguí hablándote, sé que me deje la voz intentándolo por lo alto que estaba la música, pero que diablos valió la pena.
De vez en cuando notaba las miradas de mis amigas clavadas en mi en referencia a ti y yo ponía los ojos en blanco. Nos reímos tanto el uno del otro que hasta me llamaste gilipollas, eso si que no olvidaré.
Y volvimos a casa juntos, más bien te prestaste amablemente a dejarme en casa porque resulta que no vivimos tan lejos, y entonces, todo lo que llevaba meses atascado en mi garganta salió.
Al igual que yo, tu también te ibas a vivir a otro país, de hecho al mismo que yo, y pude decir en alto lo asustado que me sentía al volver a enfrentarme a la fauces de la soledad, al constante ritmo de supervivencia y de estar haciendo doble esfuerzo, porque todo es nuevo, a la vida de casa, al saber que volvería alimentarme fatal y a fumar mucho, y al triste hecho de saber que mis padres se quedaban aquí y que se hacían mayores, y que cuando volviera nada sería lo mismo.
Toda la noche llevándonos la contrario y sin embargo en aquella conversación nos expresamos exactamente igual, me sentí realmente acompañado en aquel momento.
Ahora podría decir que nos besamos y que prometimos vernos de nuevo intercambiando los teléfonos y así empezó una bonita historia de amor.
Pero no, le agradecí de corazón que me trajera a mi casa, hicimos falsas promesas de volver a quedar todos juntos para cenar una pizza casera. Y me fui.
Me fui con una extraña alegría y creo que incluso soñé que nos besábamos, pero cuando me levanté, sabía que esa alegría solo se debía al alivio de saber que uno no está solo.
Y aunque que dos desconocidos se sinceren de corazón fue hermoso, lo más bonito fue que quedará así. No promesas, no compromisos, nada de sexo que luego acarreara preguntas como y que somos, nada de que me enamorará de ti con el tiempo y tu un día te cansarás de mi y me dejarás.
Simplemente tan inocente y puro como cuando estas en el parvulario y tu madre te llevaba al parque y acababas jugando a hacer montañitas de arena con una niña aleatoria, compartíais la pala, el rastrillo, secretos, risas, ideas novedosas y te ibas con una hoja con forma de estrella en el bolsillo que te había dado esa niña como regalo, creyéndote afortunado. Y puede que al día siguiente volvieras a ese mismo parque y esa niña ya no estuviera pero no pasaría nada porque fue bonito cuando tenía que serlo, sin que esperases nada.
Me resulta gracioso el contraste en contraposición a la noche de ayer, una noche absolutamente primaveral todo el mundo había salido de sus casas a la habitual plaza mayor y allí entre luces y farolillos parloteaban, en aquella verbena juvenil, viejos conocidos entraban y salían con sus vasos chorreantes. Y yo de vez en cuando me entretenía sonriendo le a alguna chica bonita que pasaba cerca nuestra, tengo debilidad por la belleza. Un extraño gusto por lo armónico, por las cosas bellas, los cuadros me hacen sonreír y las gamas de colores bien escogidas me hacen sentir una reconfortante alegría.
A veces adoro observar, sentados en aquella mesa de madera de la cual me costó un enorme trabajo meter las piernas, todos comíamos y compartíamos comida mejicana. Reíamos tímidamente ya que la mayoría era la primera vez que cenábamos juntos, las bromas empezaron a revolotear y todos queríamos hacer nuestro aporte a la conversación a veces interrumpiéndonos mutuamente, pero era normal, eran las ansias de caer en gracia mutua que teníamos todos y de introducir a nuestro personaje a la cena.
Me gustaba la destreza con la que decías cosas que escandalizaban a los comensales entre broma y realidad y como sinuosamente tenías respuestas a todas las pullas que los demás te lanzaban, y sin quererlo ya empezaban las contraposiciones entre tu y yo.
Tú el centro de atención de la cena, todos los comensales querían llamar tu atención, esperaban tu broma indecente o alguna risotada por tu parte, yo de vez en cuando entre frase y frase, sonreía sonoramente, añadía alguna broma, de la cual todos se solían reír y no por compromiso, tú tenías tu publico y yo el mío. Pero tu eras la estrella de la mesa.
Bebías agua sanamente y yo levantaba sin pausa mi estrella galicia mientras fumaba notoriamente, sorbo a sorbo se acabo antes de lo previsto.
Rápidamente el esfuerzo de formar parte la conversación se diluyo y te empecé a observar de reojo, soy más de observar, siempre lo he sido.
Tu gracia te hacía realmente atractiva aunque era consciente que no eras una mujer guapa en absoluto, no al menos para mí, tu piel oscura y aquella nariz prominente te daba un aire italiano, gitano tal vez, volví a repasarte sutilmente, no, para nada eras mi estilo.
Pero algo en ti me llamaba la atención como un cascabelillo.
El cansancio me pego fuerte y me aparte un poco de la conversación, mi amigo rápidamente lo noto y empezó con un -te veo apagado-, pero cuando más decía que no pasaba nada más fruncía el ceño.
Y yo más creía que la explicación de que esa es justo mi forma de ser, vivir en un constante modo ahorro era realmente inapropiada.
La conversación empezó a girar entorno a dos temas, la política y mis amigos que son pareja discutiendo sobre tonterías de pareja en clave de humor. Cuando era pareja y venía algún amigo soltero empezábamos a bromear y a lanzarnos pullas, a modo de juego y con un fin totalmente inconsciente que era hacer reír a nuestro acompañante, entonces me di cuenta que no resultaba gracioso, dos adultos metiéndose con la forma de doblar los calcetines o con la alimentación poco equilibrada del otro, era como un absurdo partido de tenis.
Y me dije no los vuelvas a hacer, si algún día tienes pareja no lo hagas, se que es gracioso para nosotros pero para los demás es agotador.
Me perdí del tema, hasta que con una sonrisa genuina te acercaste y sacaste el tema de los temas, el cine, aunque discordaba en muchas cosas contigo, resultaba ameno discutir con argumentos sobre las películas galardonadas ese año. El paseo hasta el siguiente local se hizo rápido gracias a tu conversación.
Y aunque perdimos amigos por el camino ganamos a otros, a lo largo de la noche algunos secundarios se acercaron como una antigua ligue mía que llevaba unas copitas de más, o un chaval del que nos reímos de forma sutil que venía en manga corta en febrero para mostrar sus músculos pero supongo que eso no nos distrajo de pasarnos la noche pegados como atrapados en un extraño campo magnético.
Todos bailaban menos tú, hacías un ademán como de moverte, pero no te sentías cómoda, así que yo que empatizaba contigo tampoco bailé aunque a veces me de por ahí y seguí hablándote, sé que me deje la voz intentándolo por lo alto que estaba la música, pero que diablos valió la pena.
De vez en cuando notaba las miradas de mis amigas clavadas en mi en referencia a ti y yo ponía los ojos en blanco. Nos reímos tanto el uno del otro que hasta me llamaste gilipollas, eso si que no olvidaré.
Y volvimos a casa juntos, más bien te prestaste amablemente a dejarme en casa porque resulta que no vivimos tan lejos, y entonces, todo lo que llevaba meses atascado en mi garganta salió.
Al igual que yo, tu también te ibas a vivir a otro país, de hecho al mismo que yo, y pude decir en alto lo asustado que me sentía al volver a enfrentarme a la fauces de la soledad, al constante ritmo de supervivencia y de estar haciendo doble esfuerzo, porque todo es nuevo, a la vida de casa, al saber que volvería alimentarme fatal y a fumar mucho, y al triste hecho de saber que mis padres se quedaban aquí y que se hacían mayores, y que cuando volviera nada sería lo mismo.
Toda la noche llevándonos la contrario y sin embargo en aquella conversación nos expresamos exactamente igual, me sentí realmente acompañado en aquel momento.
Ahora podría decir que nos besamos y que prometimos vernos de nuevo intercambiando los teléfonos y así empezó una bonita historia de amor.
Pero no, le agradecí de corazón que me trajera a mi casa, hicimos falsas promesas de volver a quedar todos juntos para cenar una pizza casera. Y me fui.
Me fui con una extraña alegría y creo que incluso soñé que nos besábamos, pero cuando me levanté, sabía que esa alegría solo se debía al alivio de saber que uno no está solo.
Y aunque que dos desconocidos se sinceren de corazón fue hermoso, lo más bonito fue que quedará así. No promesas, no compromisos, nada de sexo que luego acarreara preguntas como y que somos, nada de que me enamorará de ti con el tiempo y tu un día te cansarás de mi y me dejarás.
Simplemente tan inocente y puro como cuando estas en el parvulario y tu madre te llevaba al parque y acababas jugando a hacer montañitas de arena con una niña aleatoria, compartíais la pala, el rastrillo, secretos, risas, ideas novedosas y te ibas con una hoja con forma de estrella en el bolsillo que te había dado esa niña como regalo, creyéndote afortunado. Y puede que al día siguiente volvieras a ese mismo parque y esa niña ya no estuviera pero no pasaría nada porque fue bonito cuando tenía que serlo, sin que esperases nada.
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