Cuentos desde la cripta
Estaba yo tan tranquilo sentado en la cama de mi habitación enredado en mis propios asuntos cuando a eso de las nueve empezaron a golpear la puerta de forma insistente, de una forma completamente irritante.
Inciso.
Actualmente me encuentro viviendo en un caserío en medio de la nada junto a mis padres, nuestras infinitas mascotas y mi tía abuela una mujer de unos 88 años que vive en una casa construida por su padre comunista muchos años atrás.
Después de poneros en situación continuo, a las nueve de la noche aquí es noche cerrada y mi tía abuela se acuesta como a las 6 de la tarde, esto sin exagerar en absoluto.
Bien volvamos a lo que nos incumbe, la puerta sonando con fuerza, mi madre se dirige hasta ella y la abre, mi tía abuela completamente despeinada empieza a contar lo siguiente:
Un hombre le había petado en la ventana, gritando señora, señora. Desconectó completamente de la historia y sigo a lo mío.
Conocía esa historia, mi abuela como mujer supersticiosa, siempre viene con cuentos de que le petan en la ventana, también sé de buena tinta que se pasa las noches hablando sola porque hace unos años ella dormía en la habitación de abajo.
Recuerdo una noche en concreto volviendo de la mejor cita que he tenido en mi vida, llegando a una hora completamente desmesurada por estar hablando hasta las tantas en el coche, entrar con una sonrisa de bobalicón y escuchar a mi abuela tener una conversación con alguien en sueños, resultaba espeluznante escucharla hablar tan alto y tan claro, con alguien sobre el pasado.
Pero os juro que aquella noche nadie podría quitarme una amplia sonrisa de la boca, así que extrañado me metí en mi cama con otras muchas con esa en mi mente.
Cuando baje a cenar, comente con la boca llena la estampa de hacía una hora, mi madre asintió, y mi padre reía por lo bajo, - así que otra vez con la historia de que le petan en la ventana-. tal vez algún peregrino golpeo la ventana sin querer musité, creyéndome el detective de la novela.
- No fue solo eso, dijo que un hombre petó en la ventana, gritando señora, señora, y cuando se incorporó de la cama para ver, el hombre estaba sentando a los pies de la cama junto a ello, y la empujaba para salir de la cama-. Se me heló la sangre. Mi padre tomó la palabra, - le has preguntado si se está tomando las pastillas, si no se las toma, le pueden dar alucinaciones. Mi madre asintió - Si, le pregunte y con una voz que parecía que le salía de las entrañas me dijo que las tomaba-.
Mi madre vio mi cara pálida y dijo, - Llevo 60 años viva y jamás he visto nada, y eso que muchas veces he deseado verlo. Así que...-. Conocíamos de sobra que cuando la mujer no tomaba las pastillas se le iba el tarro, y a veces con sus manías de anciana las tiraba porque según ella no le hacían bien al estomago y se negaba a pasar el resto de su vida pegada al retrete, ya que no era mucha la que le quedaba.
Sin embargo, en mi mente pensaba y si se ha vuelto para casa, para su solitaria casa y es verdad.
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